El Cachorro de la Televisión
Por: Arturo Garrido Bárcena
Pletórico de alegría y felicidad de
que Enrique Peña Nieto es ya presidente electo, Carlos Salinas de Gortarí
confesó: “Solo una cirugía plástica me quitará la sonrisa”; esto en el primer
informe de gobierno del gobernador de Quintana Roo Roberto Borge el pasado
viernes 7 de septiembre. “Que viva la familia” exclamó el ex presidente a la
vez que saludaba efusivamente a los gobernadores del PRI.
«Desvergüenza en el mentir o en la
defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables» es el significado de
Cinismo y es lo que demostró Salinas de Gortari y por supuesto los priistas al
invitarlo, arroparlo y darle foro, en el evento en Quintana Roo, a solo ocho
días de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación dictara
la resolución declarando la validez de la elección de Presidente y en el cuarto
punto resolutivo de la misma, el reconocimiento a Enrique Peña Nieto como
Presidente Electo de los Estados Unidos Mexicanos.
Cómo es que llegamos a esto, por
qué el dinosaurio no murió en el año 2000 al perder la presidencia de la
república después del enorme desprestigio que acumuló a lo largo de decenas de
años y no se diga en el infausto sexenio salinista. Ya transcurrieron 18 años
de que Salinas quebró al país, y ahora se burla haciendo estas declaraciones y
asegurando, sin habérsele preguntado, que el regreso del Partido Revolucionario
Institucional a Los Pinos no implica que haya regresado él en lo personal al
poder.
Apatía e ignorancia son las causas
del regreso del PRI.
Paulina Peña, la hija del
presidente electo, no sabía que en el famoso mensaje que retuiteó, está la
explicación de por qué el prinosaurio regresó a la presidencia, dicho mensaje
transmitido en la popular red social versaba lo siguiente: “...un saludo a toda
la bola de pendejos, que forman parte
de la prole y sólo critican a quien
envidian!...”.
Gracias a la prole es que su padre
ganó la elecciones, y de ninguna manera intento insultar a nadie y menos al
«conjunto de hijos o descendencia de alguien», que es el significado de la
palabra Prole; la palabra proletariado proviene de la Roma imperial, en la que
los proletarii eran los ciudadanos de la clase más baja, carecían de
propiedades y solamente podían aportar prole (hijos) para engrosar los
ejércitos del imperio.
El PRI a diferencia de Roma, no
necesita al proletariado para ganar en el campo de batalla, lo utiliza para
manipularlo y ganar elecciones. La ignorancia en la que ha mantenido a
cincuenta millones de mexicanos, desembocó en una profunda apatía y pobreza, y
una de las principales herramientas que ha utilizado para darle —pan y circo— a
la población ha sido la televisión. Esta gran porción de mexicanos solo tiene
como entretenimiento a la televisión abierta, principalmente a Televisa, y
durante al menos los últimos ocho años, esta televisora se dedicó a construir a
un príncipe azul de telenovela, al cual lo casó con Cenicienta y lo presentó
como la solución a todos los problemas que aquejan al país. La televisión le
fabricó al pueblo una utopía representada por un muñeco galán, vació,
fotogénico y muy presentable, a la vez de ignorante y manipulable.
Bien dice la frase popular: el
pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, y justamente para allá vamos; y para aprender historia
—una vez ahogado el niño— es que quiero narrarle el que considero es el origen
del sexenio por venir: en el año de 1946, año en que Miguel Alemán Valdez
cumplió cuarenta y seis años, llegó a la presidencia; su ascenso al poder
significó en aquellos tiempos una renovación del sistema; para empezar era la
primera vez en la historia post revolucionaria que un civil llegaba a la
presidencia —un licenciado— con una cara joven, eternamente sonriente,
estudiado e hijo de un general revolucionario de cepa: Miguel Alemán González
(1884-1929).
Carismático y por lo tanto muy
amiguero, Miguel Alemán, tomó el consejo de su padre y emprendió el camino de los
estudios y no el de las armas. En su búsqueda por el poder, estudió leyes,
aprendió inglés, fundó un periódico literario (Eureka), ejerció la abogacía y
en 1929 ingresó al PNR , el Partido Nacional Revolucionario (abuelo del PRI);
ya en el partido, intentó hacerse de la candidatura a diputado por
Coatzacoalcos, sin embargo por falta de recursos económicos no lo logró, para
solucionar este inconveniente, decidió ejercer nuevamente como abogado,
principalmente en el área laboral, a la vez de que se dedicó a hacer diferentes
negocios.
La fortuna le sonrió gracias al
negocio de la urbanización, y con la ayuda de créditos blandos, el negocio
prosperó. Cuando visite la Ciudad de México y se encuentre por los rumbos de la
colonia Anzures, Polanco o pase por el restaurante La Hacienda de los Morales,
acuérdese del ex presidente Alemán, ya que fueron parte de los terrenos que
fraccionó; también compró lo que más tarde se convertiría al norte de la ciudad
en Ciudad Satélite.
Una vez que tuvo la solvencia
económica adecuada, continuó con su carrera política, y en 1936 a la edad de
treinta y seis años, es elegido gobernador del estado de Veracruz, es
pertinente mencionar que en 1935 su adversario al gobierno del estado Manlio
Fabio Altamirano, fue asesinado en el tradicional café Tacuba de la Ciudad de
México. Siempre acompañado de sus amigos, gobernó a su estado natal, para
después convertirse en el coordinador de la campaña presidencial de Manuel
Avila Camacho, logrando así la secretaría de gobernación durante aquella
administración. Es en este puesto donde empiezan a emerger sus dotes
represivas, tanto con los sindicatos como con la prensa.
Al estar finalizando el sexenio de
Avila Camacho, la fortuna le sonríó nuevamente a Alemán con la oportuna muerte
de Maximino Avila Camacho, esto le dejó casi libre el camino a la presidencia,
solo se interponía el gobierno de Estados Unidos, sin embargo, hábilmente lo
convenció de que no tenía intereses de izquierda y también se comprometió a que
el gobierno Mexicano solo solicitaría apoyo tecnológico para la rehabilitación
de los Ferrocarriles Nacionales y el desarrollo de Pemex, al vecino del norte,
y no a Gran Bretaña o a Rusia; es decir el entreguismo hacia Estados Unidos se
acentuó con tal de que se le permitiera hacerse de la presidencia.
El «Cachorro de la Revolución» fue
la frase de su campaña, y a bordo de camiones de redilas, rodeado de muchachas
preciosas y con el mejor eslogan de su campaña en su sonrisa juvenil, natural
contagiosa, optimista y jamás borrada; como nos explica Enrique Krause, Alemán
se lanza por todo el país al ritmo de
«La Bamba» en una campaña alegre, rodeada de juventud renovadora.
En 1946 ya en el poder, Alemán
emprendió con firme convicción el camino del país hacia el capitalismo; tal
como lo prometió busca la modernización de México por la vía del crecimiento
industrial y agrícola. Junto con sus ahora muy amigos promovió la búsqueda de
soluciones para los problemas nacionales, se enfocó en la industria; en el
turismo, principalmente en Acapulco; en el azúcar; en el petróleo. A diferencia
de sus antecesores, el nuevo gabinete se integró con gente de clase media y
alta; la incorporación de sus amigos y maestros fue avasalladora; los amigos
que no alcanzaron puesto se hicieron de contratos oficiales y de infinidad de
oportunidades para hacer excelentes negocios y fortuna al cobijo del gobierno.
La producción agrícola creció,
incluso reportó excedentes. Debido a las reformas que se hicieron al artículo
27, nuevamente apareció la concentración de tierras en pocas manos;
naturalmente los beneficiados fueron muchos políticos a los cuales les llamaron
«agricultores nylon». A principios del sexenio se dio una severa epidemia de
fiebre aftosa que atacó a buena parte del ganado mexicano, existían dos
soluciones: el práctico rifle sanitario o la vacunación, y como siempre, se
obedeció la recomendación del gobierno estadounidense, procediéndose
inmediatamente al extermino del ganado.
La agricultura se modernizó, sin
embargo el éxito de este sector sirvió para
subsidiar a la industrialización centralizada en la ciudad de México, lo
que con el tiempo provocaría el declive del campo.
Alemán proveyó a la industria de
infraestructura, la consintió, y esta respondió creciendo a paso redoblado; lo
que también creció fue la importación de insumos para la producción, y por consecuencia se produjo un fuerte
déficit, el cual desembocó en endeudamiento y en una devaluación del noventa por
ciento (la paridad pasó de 5 pesos por dólar, a 8.96), este cambió de paridad
también fue aprovechado por los alemanistas, los cuales duplicaron sus
fortunas; por otro lado el pueblo ganó —carestía—. La industria se concentró en
la Ciudad de México, lo que acarrearía grandes problemas en el futuro. En 1940
había sólo 1,757,530 habitantes en la Ciudad de México, y 20 millones en todo
el país.
Otro legado del presidente Alemán
fueron los líderes charros, término que se refiere al dirigente sindical que es
impuesto por el patrón y por lo tanto títere del que lo colocó. Se les dice
líderes charros, debido que el líder ferrocarrilero impuesto Jesús Díaz de
León, asistía vestido de charro a las asambleas sindicales.
Por medio de una brutal represión,
el presidente colocó líderes charros en los grandes sindicatos hasta entonces
autónomos (petroleros, ferrocarrileros, electricistas), esto solucionó los
dolores de cabeza para el gobierno, pero acabó con el contrapeso que los
sindicatos deben hacer en la lucha por el bienestar de los trabajadores. Además
del charrismo, nos legó el guarurismo; él inauguró la costumbre de hacerse
acompañar de abultadas guardias personales,
y sus demás funcionarios, no tardaron en imitarlo.
El aparente éxito enfermó a Miguel
Alemán, la ciudad empezó a crecer y construyó el viaducto, al cual le puso su
nombre; construyó la Ciudad Universitaria y en la inauguración develó una
estatua, por supuesto representando a su efigie; convirtió a Acapulco en el
lugar preferido del jet set, no sin antes hacerse de valiosos terrenos, y quien
no se ha paseado por la costera “Miguel Alemán” bautizada por el mismo, claro.
De tal manera que la grandeza mexicana, la representaba nadie más que el
presidente empresario Miguel Alemán Valdés; quien a la vez ostentaba al poder absoluto
embutido en una sola persona, el tlatoani o presidente de la República.
Junto con este poder absoluto, vino
la pérdida del saber —qué tanto es tantito— e incluso exploró la posibilidad de
reelegirse; además los presidentes anteriores habían hecho fortuna, pero
digamos en cantidades razonables; con Alemán el enriquecimiento de los
políticos creció a pasos agigantados y podemos constatar que esta costumbre
llegó para quedarse. La corrupción permeó a todo el sistema, nada se mueve
desde entonces si no es con unos billetes por delante.
Para finalizar este capítulo de la
historia del presidencialismo priista — la cereza del pastel— Miguel Alemán
Valdés el «Cachorro de la Revolución», concesionó y por supuesto se asoció con
Telesistema Mexicano, ahora Televisa; irónicamente medio de comunicación
creador e impulsor del apuesto personaje de telenovela que le ha provocado a
Carlos Salinas de Gortari una sonrisa crónica, de la cual solo se podrá curar
por medio de cirugía: Enrique Peña Nieto el «Cachorro de la Televisión».
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