lunes, 10 de septiembre de 2012



El Cachorro de la Televisión

Por: Arturo Garrido Bárcena


Pletórico de alegría y felicidad de que Enrique Peña Nieto es ya presidente electo, Carlos Salinas de Gortarí confesó: “Solo una cirugía plástica me quitará la sonrisa”; esto en el primer informe de gobierno del gobernador de Quintana Roo Roberto Borge el pasado viernes 7 de septiembre. “Que viva la familia” exclamó el ex presidente a la vez que saludaba efusivamente a los gobernadores del PRI.

«Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables» es el significado de Cinismo y es lo que demostró Salinas de Gortari y por supuesto los priistas al invitarlo, arroparlo y darle foro, en el evento en Quintana Roo, a solo ocho días de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación dictara la resolución declarando la validez de la elección de Presidente y en el cuarto punto resolutivo de la misma, el reconocimiento a Enrique Peña Nieto como Presidente Electo de los Estados Unidos Mexicanos.

Cómo es que llegamos a esto, por qué el dinosaurio no murió en el año 2000 al perder la presidencia de la república después del enorme desprestigio que acumuló a lo largo de decenas de años y no se diga en el infausto sexenio salinista. Ya transcurrieron 18 años de que Salinas quebró al país, y ahora se burla haciendo estas declaraciones y asegurando, sin habérsele preguntado, que el regreso del Partido Revolucionario Institucional a Los Pinos no implica que haya regresado él en lo personal al poder.

Apatía e ignorancia son las causas del regreso del PRI.

Paulina Peña, la hija del presidente electo, no sabía que en el famoso mensaje que retuiteó, está la explicación de por qué el prinosaurio regresó a la presidencia, dicho mensaje transmitido en la popular red social versaba lo siguiente: “...un saludo a toda la bola de pendejos, que forman parte de la prole y sólo critican a quien envidian!...”.

Gracias a la prole es que su padre ganó la elecciones, y de ninguna manera intento insultar a nadie y menos al «conjunto de hijos o descendencia de alguien», que es el significado de la palabra Prole; la palabra proletariado proviene de la Roma imperial, en la que los proletarii eran los ciudadanos de la clase más baja, carecían de propiedades y solamente podían aportar prole (hijos) para engrosar los ejércitos del imperio.

El PRI a diferencia de Roma, no necesita al proletariado para ganar en el campo de batalla, lo utiliza para manipularlo y ganar elecciones. La ignorancia en la que ha mantenido a cincuenta millones de mexicanos, desembocó en una profunda apatía y pobreza, y una de las principales herramientas que ha utilizado para darle —pan y circo— a la población ha sido la televisión. Esta gran porción de mexicanos solo tiene como entretenimiento a la televisión abierta, principalmente a Televisa, y durante al menos los últimos ocho años, esta televisora se dedicó a construir a un príncipe azul de telenovela, al cual lo casó con Cenicienta y lo presentó como la solución a todos los problemas que aquejan al país. La televisión le fabricó al pueblo una utopía representada por un muñeco galán, vació, fotogénico y muy presentable, a la vez de ignorante y manipulable.

Bien dice la frase popular: el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, y justamente  para allá vamos; y para aprender historia —una vez ahogado el niño— es que quiero narrarle el que considero es el origen del sexenio por venir: en el año de 1946, año en que Miguel Alemán Valdez cumplió cuarenta y seis años, llegó a la presidencia; su ascenso al poder significó en aquellos tiempos una renovación del sistema; para empezar era la primera vez en la historia post revolucionaria que un civil llegaba a la presidencia —un licenciado— con una cara joven, eternamente sonriente, estudiado e hijo de un general revolucionario de cepa: Miguel Alemán González (1884-1929).

Carismático y por lo tanto muy amiguero, Miguel Alemán, tomó el consejo de su padre y emprendió el camino de los estudios y no el de las armas. En su búsqueda por el poder, estudió leyes, aprendió inglés, fundó un periódico literario (Eureka), ejerció la abogacía y en 1929 ingresó al PNR , el Partido Nacional Revolucionario (abuelo del PRI); ya en el partido, intentó hacerse de la candidatura a diputado por Coatzacoalcos, sin embargo por falta de recursos económicos no lo logró, para solucionar este inconveniente, decidió ejercer nuevamente como abogado, principalmente en el área laboral, a la vez de que se dedicó a hacer diferentes negocios.

La fortuna le sonrió gracias al negocio de la urbanización, y con la ayuda de créditos blandos, el negocio prosperó. Cuando visite la Ciudad de México y se encuentre por los rumbos de la colonia Anzures, Polanco o pase por el restaurante La Hacienda de los Morales, acuérdese del ex presidente Alemán, ya que fueron parte de los terrenos que fraccionó; también compró lo que más tarde se convertiría al norte de la ciudad en Ciudad Satélite.

Una vez que tuvo la solvencia económica adecuada, continuó con su carrera política, y en 1936 a la edad de treinta y seis años, es elegido gobernador del estado de Veracruz, es pertinente mencionar que en 1935 su adversario al gobierno del estado Manlio Fabio Altamirano, fue asesinado en el tradicional café Tacuba de la Ciudad de México. Siempre acompañado de sus amigos, gobernó a su estado natal, para después convertirse en el coordinador de la campaña presidencial de Manuel Avila Camacho, logrando así la secretaría de gobernación durante aquella administración. Es en este puesto donde empiezan a emerger sus dotes represivas, tanto con los sindicatos como con la prensa.

Al estar finalizando el sexenio de Avila Camacho, la fortuna le sonríó nuevamente a Alemán con la oportuna muerte de Maximino Avila Camacho, esto le dejó casi libre el camino a la presidencia, solo se interponía el gobierno de Estados Unidos, sin embargo, hábilmente lo convenció de que no tenía intereses de izquierda y también se comprometió a que el gobierno Mexicano solo solicitaría apoyo tecnológico para la rehabilitación de los Ferrocarriles Nacionales y el desarrollo de Pemex, al vecino del norte, y no a Gran Bretaña o a Rusia; es decir el entreguismo hacia Estados Unidos se acentuó con tal de que se le permitiera hacerse de la presidencia. 
    
El «Cachorro de la Revolución» fue la frase de su campaña, y a bordo de camiones de redilas, rodeado de muchachas preciosas y con el mejor eslogan de su campaña en su sonrisa juvenil, natural contagiosa, optimista y jamás borrada; como nos explica Enrique Krause, Alemán se lanza por todo el país al ritmo de  «La Bamba» en una campaña alegre, rodeada de juventud renovadora.

En 1946 ya en el poder, Alemán emprendió con firme convicción el camino del país hacia el capitalismo; tal como lo prometió busca la modernización de México por la vía del crecimiento industrial y agrícola. Junto con sus ahora muy amigos promovió la búsqueda de soluciones para los problemas nacionales, se enfocó en la industria; en el turismo, principalmente en Acapulco; en el azúcar; en el petróleo. A diferencia de sus antecesores, el nuevo gabinete se integró con gente de clase media y alta; la incorporación de sus amigos y maestros fue avasalladora; los amigos que no alcanzaron puesto se hicieron de contratos oficiales y de infinidad de oportunidades para hacer excelentes negocios y fortuna al cobijo del gobierno.

La producción agrícola creció, incluso reportó excedentes. Debido a las reformas que se hicieron al artículo 27, nuevamente apareció la concentración de tierras en pocas manos; naturalmente los beneficiados fueron muchos políticos a los cuales les llamaron «agricultores nylon». A principios del sexenio se dio una severa epidemia de fiebre aftosa que atacó a buena parte del ganado mexicano, existían dos soluciones: el práctico rifle sanitario o la vacunación, y como siempre, se obedeció la recomendación del gobierno estadounidense, procediéndose inmediatamente al extermino del ganado.

La agricultura se modernizó, sin embargo el éxito de este sector sirvió para  subsidiar a la industrialización centralizada en la ciudad de México, lo que con el tiempo provocaría el declive del campo.
Alemán proveyó a la industria de infraestructura, la consintió, y esta respondió creciendo a paso redoblado; lo que también creció fue la importación de insumos para la producción,  y por consecuencia se produjo un fuerte déficit, el cual desembocó en endeudamiento y en una devaluación del noventa por ciento (la paridad pasó de 5 pesos por dólar, a 8.96), este cambió de paridad también fue aprovechado por los alemanistas, los cuales duplicaron sus fortunas; por otro lado el pueblo ganó —carestía—. La industria se concentró en la Ciudad de México, lo que acarrearía grandes problemas en el futuro. En 1940 había sólo 1,757,530 habitantes en la Ciudad de México, y 20 millones en todo el país.

Otro legado del presidente Alemán fueron los líderes charros, término que se refiere al dirigente sindical que es impuesto por el patrón y por lo tanto títere del que lo colocó. Se les dice líderes charros, debido que el líder ferrocarrilero impuesto Jesús Díaz de León, asistía vestido de charro a las asambleas sindicales.



Por medio de una brutal represión, el presidente colocó líderes charros en los grandes sindicatos hasta entonces autónomos (petroleros, ferrocarrileros, electricistas), esto solucionó los dolores de cabeza para el gobierno, pero acabó con el contrapeso que los sindicatos deben hacer en la lucha por el bienestar de los trabajadores. Además del charrismo, nos legó el guarurismo; él inauguró la costumbre de hacerse acompañar de abultadas guardias personales,  y sus demás funcionarios, no tardaron en imitarlo.

El aparente éxito enfermó a Miguel Alemán, la ciudad empezó a crecer y construyó el viaducto, al cual le puso su nombre; construyó la Ciudad Universitaria y en la inauguración develó una estatua, por supuesto representando a su efigie; convirtió a Acapulco en el lugar preferido del jet set, no sin antes hacerse de valiosos terrenos, y quien no se ha paseado por la costera “Miguel Alemán” bautizada por el mismo, claro. De tal manera que la grandeza mexicana, la representaba nadie más que el presidente empresario Miguel Alemán Valdés; quien a la vez ostentaba al poder absoluto embutido en una sola persona, el tlatoani o presidente de la República.

Junto con este poder absoluto, vino la pérdida del saber —qué tanto es tantito— e incluso exploró la posibilidad de reelegirse; además los presidentes anteriores habían hecho fortuna, pero digamos en cantidades razonables; con Alemán el enriquecimiento de los políticos creció a pasos agigantados y podemos constatar que esta costumbre llegó para quedarse. La corrupción permeó a todo el sistema, nada se mueve desde entonces si no es con unos billetes por delante.

Para finalizar este capítulo de la historia del presidencialismo priista — la cereza del pastel— Miguel Alemán Valdés el «Cachorro de la Revolución», concesionó y por supuesto se asoció con Telesistema Mexicano, ahora Televisa; irónicamente medio de comunicación creador e impulsor del apuesto personaje de telenovela que le ha provocado a Carlos Salinas de Gortari una sonrisa crónica, de la cual solo se podrá curar por medio de cirugía: Enrique Peña Nieto el «Cachorro de la Televisión».

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