El modelo a seguir de EPN con Pemex, mejor imposible
Por: Arturo Garrido Bárcena
El pasado jueves 20 de
Septiembre, el presidente electo Enrique Peña Nieto dio una excelente noticia,
al declarar en Brasil, que Petróleos Mexicanos (Pemex) seguirá el modelo de Petroleo
Brasileiro, S.A. (Petrobras).
Petrobras es una de las
empresas de energía más importantes del mundo, en menos de cinco lustros ha
pasado del lugar 27 al 3 en el ranking mundial; la empresa es la palanca
impulsora de la economía brasileña.
El éxito de Petrobras se
debe a varios factores, entre ellos: cuenta con alianzas estratégicas con las
empresas petroleras más importantes del mundo, tiene un esquema regulatorio
abierto, combinando a la participación privada, —sin olvidar el nacionalismo—; tiene una
política fiscal agresiva que permite dejar fuera del presupuesto federal a
Petrobras y cuenta con un sistema fiscal no confiscatorio de los recursos que
genera, lo que le permite tener una agresiva política de inversión; además invierte
en capacitación de recursos humanos, investigación y desarrollo tecnológico; el
Plan de Negocios de Petrobras está
alineado con la política económica e industrial del Gobierno de Brasil.
En pocas palabras, los
brasileños, vieron la oportunidad que les ofrecía el petróleo, escarmentaron de
las carencias vividas, y se pusieron a aprender y a trabajar, con el propósito
de aprovechar el negocio que les ofrece el petróleo, para impulsar la economía
de todo el país.
Ahora bien, para que el
deseo del presidente electo Peña Nieto se haga realidad, se deben hacer algunos
—pequeños— cambios.
El primero: se tiene que
abandonar la visión mexicana de apreciar al petróleo como símbolo sagrado de la
soberanía nacional, para verlo como un gran negocio detonador de desarrollo que
se debe aprovechar antes de que se acabe físicamente o las nuevas tecnologías
lo vuelvan obsoleto.
El segundo: Pemex debe dejar
de ser la caja chica del gobierno. Todos los hoyos financieros, en lugar de corregirlos,
se solucionan echando mano al barril sin fondo que hasta ahora ha representado para
la economía nacional el petróleo; el fruto de la paraestatal se convierte en
gasto corriente, lo cual no le aporta nada al futuro de México.
El tercero: Pemex debe
transformarse en una empresa pública, capaz de hacerse de socios y capitales
que le permitan obtener el mayor rendimiento de la explotación de este recurso.
El cuarto cambio debe ser el
transparentar a Pemex, de tal manera que los socios potenciales tengan acceso a
la información necesaria para decidir si invertir o no en la compañía.
El quinto cambio tiene que
ser con todo lo referente al sindicato, el cual goza de infinidad de arreglos,
contratos y prebendas, los cuales hacen inviable que cualquier inversionista se
interese en trabajar con semejante coto de poder. El sindicato si que puede
presumir ser dueño de Pemex.
Como puede apreciar, los —pocos— cambios
que se necesitan, más bien son —Reformas Estructurales—:
Reforma Energética, Reforma Fiscal, Reforma Constitucional, Reforma por la
Transparencia y Reforma Laboral.
Habrá comprendido Enrique
Peña Nieto el alcance del reto de seguir el modelo brasileño, porque si
lo dijo como una sincera intención, una de dos, o va a ser un —súper
presidente —un
verdadero estadista—
o no tiene ni la más remota idea de lo que su deseo involucra, ¿Cuál de las dos
opciones cree que sea la buena?
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